Skip to main content

Cuando veas a un anciano . . .

Cuando veas a un anciano que pasa por tu lado, no lo ignores; pues, no sabes cuánto le debes a él para que estés vivo este momento. 
Cuando una anciana quiera cruzar la calle, detente y ofrécele tu ayuda; pues, no sabes cuántos niños le deben a ella la posibilidad de convertirse en adultos.
Cuando encuentres a un anciano, no lo desprecies; míralo con respeto; porque se lo ha ganado, por todo lo que ha hecho por ti. 
Son años de trabajo, de lucha; años de vida entregados a una sociedad para que se convierta en el país en el que ahora vives.
Esa persona ha hecho posible la educación a tu alcance; aunque quizá, ella misma no pudo educarse adecuadamente.
Quizá ha sobrevivido años de trabajo y sacrificio; lo que tú ni siquiera te imaginas, solo para hacer posible que los nuevos ciudadanos vivan mejor.
Este anciano quizá construyó la casa donde vives, el hospital donde te curas, las calles por donde caminas.
Esta anciana enseñó a centenares de niños y jóvenes o quizá cuidó enfermos o ayudó a traer al mundo a tu padre o madre; no merece ella gratitud por lo que ha hecho por las nuevas generaciones?
Esta otra ancianita merece todo el reconocimiento por haber cuidado de su familia, a ella le debemos el maestro, el ingeniero, la doctora o el servidor púbico que nos atiende. 
No subestimes a un anciano porque no puede valerse por sí mismo; pues, no sabes tú si fue un deportista, un político, un profesional reconocido y un día fue igual que tú, joven y rebosante de salud y lleno de sueños por realizar. 
No juzgues a un anciano por su apariencia, por su pelo cano, por su espalda encorvada, por su paso lento; porque no sabes quién fue o lo que hizo. Pero él o ella sí pueden juzgarte a ti porque tú eres un beneficiario a largo plazo de su trabajo y sacrificio y ellos conocen de la vida dos o tres veces más que tú.

Cada persona en su propia generación ha contribuido a la existencia de este mundo; para bien y para mal. Cada uno ha hecho una parte de este país que ahora vives creándolo con su talento, sus habilidades y trabajo para que lo recibas tú, mejor que el que ellos, a su vez, recibieron.

Quizá no has pensado lo que será de ti en treinta o cuarenta años; nadie lo hace. Pero la vida sigue su curso y de pronto llega el futuro silenciosamente, furtivamente y cuando te das cuenta, te ves con pelo cano, tus hijos crecidos y el mundo tan diferente al que conocías y adaptabas. Y a lo mejor pienses para ti mismo cuando pases al lado de algún joven que te ignora: “Estos niños saben de tecnología, pero no saben nada de la vida”. 
La próxima vez que veas a un anciano, agradécelo, sin palabras, por lo que ha hecho: porque ha criado una familia, porque ha trabajado por décadas para conseguir una forma de subsistencia digna y ha hecho posible el bienestar de otros que han venido detrás. 

Mira en cada anciano a tu madre o a tu padre, trátalos con simpatía y solidaridad y verás que te responden con sonrisas de agradecimiento, entonces podrás pensar: “Soy yo el que le agradece”.
Respeta a los ancianos porque algún día serás uno de ellos.
E. Ortega N. 

Comments